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Aprendiendo a oír desde pequeños

Durante los  primeros años de vida de un niño, la audición es un aspecto fundamental para su desarrollo emocional, social y cognitivo, por lo que, cualquier pérdida de audición puede afectar al habla y al entendimiento del lenguaje.

La pérdida auditiva puede ocurrir cuando alguna parte del oído no funciona correctamente, ya sea en el oído interno, externo, medio, en el nervio o en el sistema  auditivo. En ocasiones, muchos padres no saben por qué sus hijos tienen estas anomalías, puesto que desconocen sus causas y no las tratan a tiempo.

Nuestras alumnas de 2º de Audiología Protésica presentaron algunas actividades que pueden llevarse a cabo en la rehabilitación de un niño sordo, tanto con audífonos como con implantes cocleares. La jornada, dirigida a la concienciación de la sociedad y de las familias, contó con la presencia de dos niñas con edades comprendidas entre los 2 y 3 años, con las que mostraron las diferentes tareas que se deben llevar a cabo para el desarrollo de la audición en bebés y niños con sordera, ya que, es de vital importancia que las familias estimulen de la misma manera a sus hijos sordos u oyentes.

Las alumnas mostraron cómo potenciar la audición pasiva al hablarle cerca del oído al niño para que pueda oírnos y sentirnos; cómo hacerle sentir la vibración de la voz mediante un globo, asimismo, animaron a las pequeñas a asociar onomatopeyas a objetos y animales, a discriminar sonidos agudos y graves y a localizar la fuente sonora o reproducir diferentes ritmos en canciones.

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Durante los seis primeros meses de vida la discapacidad auditiva puede interferir en el desarrollo normal del habla y el lenguaje oral, por lo que es muy importante identificar a estos niños antes de los tres meses, así como, comenzar la intervención antes de los 6 meses, para prevenir las posibles secuelas que el déficit auditivo lleva consigo.

Para saber actuar debemos conocer cuáles son los síntomas que nos alertarán sobre una posible pérdida auditiva en el niño.

De 0 A 6 meses

  • Ante un sonido no hay respuesta refleja del tipo parpadeo, despertar, etc.
  • Emite sonidos monocordes.
  • Se mantiene indiferente a los ruidos familiares.
  • No se orienta hacia la voz de sus padres.
  • No responde con emisiones a la voz humana.
  • No emite sonidos para llamar la atención.

De 6 a 24 meses

  • No emite sílabas.
  • No atiende a su nombre.
  • No señala objetos y personas familiares cuando se le nombran.
  • No responde de forma distinta a sonidos diferentes.
  • No presta atención a los cuentos.
  • No identifica las partes del cuerpo.
  • No construye frases de dos sílabas.

De 3 a 4 años

  • No se les entiende las palabras que dice.
  • No contesta a preguntas sencillas.
  • No sabe contar lo que pasa.
  • No es capaz de mantener una conversación sencilla.

Con la estimulación precoz se incentiva y favorece el desarrollo intelectual global facilitando al discapacitado un instrumento de comunicación.

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